La abyección de Kristeva en el cine de terror desde una perspectiva de género
La imagen-cuerpo resulta en la corporeización de identidades desde el cine. El cuerpo se mueve entre lo mental y lo corporal, encarnando conceptos. Es una relación entre fuerzas dominantes y dominadas hecha carne, según Gilles Deleuze y Félix Guattari. Libra un campo de batalla por su libertad, para dejar de ser organizado por los despreciadores del cuerpo que lo veían como un organismo. Estos despreciadores tienen una pulsión de torturar y moldear el cuerpo sobre un patrón de referencia dado.
Es decir, esta idea de moldear un cuerpo para que encaje en unos patrones acordados va a ser una traslación de conceptualizaciones culturales. La teórica Julia Kristeva definía lo abyecto como aquello que no se ajusta a los moldes, lo que rompe reglas, identidades, lo ambiguo e inusual (Kristeva, 1982, pág. 4). Recordemos que uno de los pilares en los que se asienta la razón moderna es la dominación masculina, el patriarcado, la subyugación de lo femenino. Es una visión de la mujer como carne abyecta, desposeída del falo (desde una cisnormatividad, la idea de mujeres con pene era impensable aquí).
El pensamiento patriarcal siempre ha pretendido una patologización sistemática de la mujer. La mujer es un mundo aparte del hombre, no se concibe como igual, y por eso queda en manos de la ciencia tachada de histérica y anómala. No se pueden olvidar los experimentos realizados en el Hospital de la Pitié-Salpêtrière, evidencia de que la mujer no era sujeto en la sociedad patriarcal, era un objeto de estudio médico, pero en favor al hombre, para justificar su valor sexual y a remitirlo al mismo. Para la ideología patriarcal, la mujer es carne en toda ella, por lo tanto es pecado. La mujer no es sujeto, por lo que tampoco debe ser portadora de deseo sexual, sino un mero objeto para el hombre, quien le culpa del deseo sexual masculino (H. Puleo, 1997, pág. 169).
No extraña que cada vez que una mujer se saliera de estos moldes cause estragos en la fina masculinidad. En la Edad Moderna se pasó de acusarlas de brujería a llamarlas enfermas, continuando el juicio que se realizaba sobre la femineidad rebelde, pero ejerciendo otro tipo de violencia sobre sus cuerpos. Ya no les queman, ya ejercen una tortura física y psicológica sobre ellas. El cineasta soviético Sergei Eisenstein se inspira en este tema de la histeria a la hora de presentar el pathos del pueblo. Este montaje de atracciones resultaba en la comunicación de un todo que resulta de partes desarticuladas, extáticas, fuera de lugar. El comportamiento de estas imágenes entroncaba con los cuerpos histéricos que estaban en los límites de donde tenían que estar, eran anómalos frente a la norma, ligados al pathos de los pueblos y al frenesí.
En la película francesa Martyrs (Pascal Laugier, 2008) una sociedad poderosa se dedica a torturar a mujeres jóvenes para que entren en un estado de éxtasis antes de morir y poder alcanzar una verdad transcendente sobre el más allá. Es decir, estamos hablando de una sociedad obcecada en encontrar una verdad universal y trascendental, que somete a mujeres a un proceso destructivo de sus cuerpos para instrumentalizarlas como mártires y poder sostener su ideal, con la idea de que van a ir a un mundo mejor después de esta vida. La protagonista de esta película acaba siendo privada de comer durante un largo periodo de tiempo y posteriormente despellejada cuando está cerca de la desnutrición, pero la mantienen con vida para que en su último aliento pueda revelar su verdad. Lo que termina revelando nunca se sabe, pero fue suficiente para que la cabeza de la organización se termine suicidando.
La teórica Barbara Creed, quien desarrolla una extensa teoría en torno a los estudios de género en el cine de terror, habla de cómo el monstruo se construye desde lo abyecto que planteaba Kristeva. El monstruo plantea un encuentro entre el orden y aquello que amenaza su estabilidad. Es un encuentro de lo humano con lo no humano, lo normal y lo sobrenatural, el bien y el mal, el deseo sexual normal y anormal, aquello que respeta los roles de género tradicionales y lo que no (Creed, 1996, págs. 40-41).
Nos cuenta que en el género de terror, hay un pensamiento patriarcal a la hora de proyectar lo femenino como monstruoso, creando la monstruosidad femenina, algo que surge desde la ansiedad masculina por la castración (Creed, 1993, págs. 1-3). La abyección sitúa a la mujer como un sujeto no construido plenamente, lo cual enlaza con el ideario patriarcal que relegaba a las mujeres a una condición de no-sujetos (Violi, 1991, págs. 26-28). Explicaremos esto brevemente sobre dos películas, Antichrist (Lars Von Trier, 2009) y Alien (Ridley Scott, 1979).
En Antichrist se subvierte el mito fundacional del Génesis y el Jardín del Edén, el mito de la creación del hombre. Von Trier le da la vuelta a este relato y lo plantea como el nacimiento del anticristo, de lo que va en contra de lo establecido, que se revuelve contra la razón instrumental. En el ideario patriarcal, la mujer ha sido expulsada de la razón, relegada a la naturaleza, a ser un otro, para que el hombre pueda establecer su ideología patriarcal (Doane, 1988, pág. 223). En esta película, el hombre va a encarnar lo positivado, la razón instrumental, dogmática y arrogante. Diría que la mujer sería la encarnación de lo negativizado, pero es una negatividad alienada. Va a tener una lucha interna entre salirse del discurso positivado, y la culpabilidad por hacerlo puesto que ha interiorizado la misoginia patriarcal. Asistimos a algunas de las tipologías de monstruosidad femenina que establece Creed. La mujer interpretada por Charlotte Gainsbourg se ve atrapada en un cuerpo que le ha obligado a cumplir con unos roles que ella rechaza dentro de la sociedad, como la maternidad. Esta mujer tiene esta lucha interna por el control de su yo, acercándose a la tipología de poseída que propone Creed, donde la barrera entre el yo y el otro ha quedado diluida (Creed, 1993, pág. 32). Del mismo modo, su representación roza el prototipo de mujer histérica que se intenta promulgar a través del ideario patriarcal. Una mujer que además busca el sexo y la dominación del hombre como consolación, como única forma de volver al lugar al que está amaestrada para permanecer. El concepto terriblemente machista de la malfollada (hablando malamente) como excusa, como justificación y humillación de la mujer, que necesita de sexo para ser curada.
La mujer va a estar constantemente ligada a la idea de lo irracional, la naturaleza, e incluso con las brujas, ya que ella misma ha interiorizado este discurso de la maldad femenina intrínseca. La relación de la protagonista con su marido (Willem Dafoe), psicólogo, va a ser una relación médico-paciente, donde ella va a ser una mujer que necesite del estudio y tratamiento de la mente masculina (además, su marido le saca del hospital para poder ser él quien la estudie, en una demostración de egocentrismo y arrogancia masculina). El personaje de Gainsbourg se culpabiliza y se ve a sí misma abyecta. Va a hablar de cómo un roble perdiendo bellotas, una metáfora de la menstruación y del útero, le resulta terrorífico. La naturaleza, dice ella, es la iglesia de Satanás, una figura que es la antítesis del Dios que creó al hombre a su imagen y semejanza, y que se instituye como el centro del pensamiento moderno. La mujer posee un cuerpo que pierde su integridad cuando queda embarazada, con lo cual la idea de la fertilidad resulta monstruosa (Creed, 1993, pág. 50). El personaje termina encarnando esta ansiedad por castración masculina en su marido, destrozándole los genitales, rebelándose contra el falo, lo que le instituye como un sujeto diferente y le da la condición de mujer por su falta (de nuevo, desde un pensamiento cisnormativo y patriarcal). Por otro lado, también se autocastiga, realizándose una ablación de clítoris, el órgano del deseo sexual femenino.
En Alien, Creed nos explica que se nos presenta la idea de la maternidad abyecta de una forma simbólica, advirtiendo también un discurso queer que rompe los roles tradicionales. La película gira en torno a la idea de nacimiento, de maternidad, proyectando estas ideas tradicionalmente femeninas en torno a un monstruo. Estas criaturas nacen fecundando cuerpos humanos, quienes los paren con dolor y muerte. La abyección se produce aquí con la introducción de estos seres que diluyen las fronteras entre la vida y la muerte, lo humano y lo no-humano, y también entre los roles de género. Los hombres son también los que dan a luz a los alienígenas, asumiendo una función que no pertenece a su género tal y como se concibe desde el pensamiento establecido, porque ha venido una criatura que está rompiendo todos los cánones. Estos monstruos, con características fálicas, se fuerzan dentro de los humanos para poder reproducirse (Cuéllar Alejandro, 2020, págs. 192-201). El único personaje que sobrevive en esta película es la teniente Ripley (Sigourney Weaver), una mujer que no cumple con los roles de género, saliéndose de la normalidad establecida, y que se desliga completamente de ellos, convirtiéndose en la heroína.
Trabajos citados:
Cuéllar Alejandro, C. A. (2020). Queer Horror. La deconstrucción del género y la
sexualidad en el cine fantástico. Shangrila.
Creed, B. (1993). The Monstrous-feminine: Film, Feminism, Psychoanalysis. Routledge.
Creed, B. (1996). Horror and the Monstrous-Feminine: An Imaginary Abjection. En B.
K. Grant, The Dread of Difference. Gender and Horror Film (págs. 37-67).
Austin: University of Texas Press.
Doane, M. A. (1988). Woman's Stake: Filming the Female Body. En C. Penley, Feminism
and film theory (págs. 216-228). Nueva York: Routledge.
H. Puleo, A. (octubre de 1997). Mujeres, sexualidad y mal en la filosofía contemporánea.
Daimos(14), 167-172
Kristeva, J. (1982). Powers of horror: an essay on abjection. Nueva York: Columbia
University Press.
Violi, P. (1991). El infinito singular. (J. L. Aja, C. Borra, & M. Caffaratto, Trads.)
Madrid: Cátedra.
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