[OPINIÓN] La nueva crisis del cine

Resulta alarmista clamar a los vientos que el cine se enfrenta a una crisis, tal y como sucedió con la llegada del cine sonoro, o del cine a color, o el cine digital. Varios críticos y teóricos surgieron como el estereotipo del señor con un cartel y una campana diciendo que se acaba el mundo, anunciando la muerte del cine. Tal día como hoy, he decidido que voy a ser ese señor: el cine se muere.

El cine se enfrenta de nuevo a una crisis existencial al ponerse de frente ante la irrupción de las IA en el arte. Cabe preguntarse, ya no sólo si la creación por parte de una máquina podría ser considerada una pieza de arte, sino si va a tener que cambiarse la definición de arte para adaptarse a que la tecnología domine este campo.

Tendríamos que partir desde la raíz, desde qué es el arte, si lo concebimos como una expresión personal, una comunicación humana de una visión del mundo, de unos sentimientos, de un acontecimiento... Hasta en el producto fílmico que surge del capitalismo más extremo, orientado meramente al consumo masivo y producido en serie sin ponerle un ápice de empeño artístico, vamos a apegarnos al componente humano, la subjetividad y la formalización del mundo. La llegada de una máquina que, aunque compile toda la experiencia humana, no puede sentir, no puede reflexionar ni expresar emoción (y de hacerlo va a ser por medio de la fría racionalización de dichas subjetividades), supone un abandono de toda esta concepción. La máquina regurgita la información que puede tomar de la propia humanidad y ofrece un simulacro.

La llegada del cine digital ha supuesto, desde la década de los 2000, un cuestionamiento de hasta qué punto se debería considerar cine como tal. Se planteó el concepto del poscine, de algo que va más allá del cine normal el cual necesitaba de un referente para ser creado. El cine digital, la animación 3D, la creación de espacios y efectos desde cero, han puesto en jaque lo que se tenía por concebido como cine hasta entonces. Ahora ya no necesitamos la realidad para crear una nueva, la imagen se puede alterar de formas que resultaban inimaginables en los albores de este arte. Tal vez pecaran de alarmismo al tratar este cambio de paradigma como una muerte del cine, ya que el poscine tiene unas importantes virtudes: más facilidad para realizar determinados efectos, más margen de maniobra, una reducción de costes, democratización del arte (este último punto es importante)... Aunque ese desapego de la realidad siga ahí, lo que se está formalizando, al menos, proviene de la pura subjetividad humana.

En cambio, y volviendo al presente, la llegada de las IA ha abandonado completamente al lado humano. No necesitamos ni realidad ni una mente creadora que esté detrás del proyecto, la muerte del autor(es) que anunciaba Barthes ha llegado a su conclusión final. Hemos quedado completamente a merced de la tecnología. El grado de implicación del autor se reduce a realizar una formulación a una máquina y dejarla hacer, a dotarla de referencias. Esto lo estoy señalando como lo que es, sin pretensiones de presentarlo como algo negativo. El uso de las IA en el arte puede ser completamente legítimo y no hay que dejar de lado las posibilidades que pueden surgir del uso de ellas como una herramienta. El problema viene cuando queramos llamar arte a algo completamente desligado de una intencionalidad expresiva, por mucho que la persona que haya operado la máquina quiera afirmar o demostrar algún planteamiento global del pensamiento humano. Las IA pueden incitar a la reflexión en ese sentido, como un compendio de la creación artística (también depende de cual, porque normalmente viran hacia lo occidental, presentando la hegemonía de este mundo en el arte).

El peso del valor artístico está empezando a recaer más en el receptor que en el emisor del mensaje. Y a pesar de que en este artículo de opinión estamos anunciando una posibilidad, ya hay intentos de crear una película mediante IA, aunque no necesariamente de la manera que explicitamos aquí. Hace unos días se anunció cómo dos directores gallegos están creando un formato de cine controlado mediante una IA que responde ante las emociones de los espectadores.

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